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Preparación de las Cartas

Procederemos a poner sobre una mesa cuatro recipientes en los que se contengan, en cada uno de ellos, los cuatro elementos de la Naturaleza: fuego, tierra, aire y agua. Para el fuego encenderemos una vela blanca, para la tierra pondremos en el recipiente arena recién recogida, para el aire encenderemos una varilla de incienso y, para el agua, el recipiente se llenará con agua hirviendo del cual se despida vapor.
Una a una, y tanto del derecho como del revés, iremos pasando las cartas por encima de cada uno de los recipientes. Hay que realizar esta operación con tranquilidad, sin prisas y en un ambiente apacible y sin disturbios de ningún tipo.
Cuando hayamos terminado, guardaremos todo el mazo dentro de un paño de algodón puro, del color más acorde con respecto a las características astrológicas bajo el cual ha nacido el dueño de las cartas.
Es muy importante que en el paño exista alguna marca personal; por ejemplo, un pequeño bordado, hecho por las propias manos, aunque sea del tamaño de un lunar. Después, procederemos a guardar muy cerca el mazo de los objetos más personales –dentro de un cajón, en el armario o en el rincón de nuestras cosas más queridas–, donde debe permanecer durante siete días y siete noches, después de lo cual las cartas ya estarán listas para la primera lectura. De todas formas, no hay que esperar demasiado de las primeras tiradas, aunque cada uno, poco a poco, se irá dando cuenta de cómo las cartas le van ‘‘respondiendo’’, lo que no es más que el resultado del ‘‘lazo’’ que se va formando entre éstas y el subconsciente.