¿Cómo surge el Tarot?

‘‘Te advierto, quien quiera que fueres, ¡oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera’’.
Oráculo de Delfos

La evolución de la humanidad no siempre se ha correspondido en niveles similares de acción, principalmente porque las pruebas del destino parecerían decantarse en uno o escasos frentes de trabajo, para situar nuestra respuesta general en conceptos que nos permitan rescatar lo válido, o desechar lo inconveniente, a lo largo de diferentes etapas históricas de reflexión.

Es así como hemos apreciado momentos en los que el hombre se volcó a la espiritualidad más etérea, o al mecanicismo ultramaterialista, a través de períodos que la Astrología analiza magistralmente en las llamadas ‘‘Eras’’.

Cada una de estas etapas, cruciales para nuestro constante aprendizaje evolutivo, concluyó su proceso generando acontecimientos que marcaron el destino de la humanidad, en un sinfín de ‘‘idas y venidas’’ aparentemente similares, pero profundamente programadas para la futura comprensión de los tiempos por venir sin caer en errores.

Particularmente, hubo un ciclo asociable a la primera gran oleada de conocimientos como nunca antes fueron recibidos por una civilización en la Tierra, que se situó en la legendaria Atlántida, ya mencionada por el sabio Platón, y contemporáneamente ‘‘rescatada’’ por escritores e investigadores.

Desde aquel coloso continental, situado entre América y Europa, en el que, se llegó a mencionar, vivieron más de 650 millones de personas repartidos en 63 naciones, bajo una extensión de casi 53 millones de kilómetros cuadrados, se propagó gran parte del posterior conocimiento universal a las aún vírgenes civilizaciones egipcia, persa, maya y babilónica.

Si bien, el ser humano de hace tantos miles de años atrás, tendía también a agruparse en pequeños grupos, que luego derivaron en renombradas aunque inicialmente herméticas sectas, fueron algunas de las más poderosas dinastías egipcias, las principales encargadas de darle al Tarot su primera oficialidad propagablemente conocida.

El Tarot surge en Egipto –también paralelamente en China y la India como un intento de plasmar nuestro paso por la vida, con nuestras acciones evolutivas e involutivas, y con un simbolismo cargado de mensajes y claves sobre el sentido trascendente de la existencia y el universo.

Las iniciaciones eran el ‘‘visto bueno’’ a la materialización –o a la desmaterialización– de las etapas evolutivas en las que se hallaba inmerso el ser analizado. De ahí que la muerte se considerara, al igual que la vida, como un paso más de transformación de la materia en las múltiples manifestaciones universales propuestas por la creación.

Estaba claro que, a través del Tarot, se expresaba mucho más que un mero sistema adivinatorio. Se hablaba de la vida más allá de los aferramientos egocéntricos de la pura y simple presencia del ‘‘yo’’. Se mencionaba la comprensión que de la creación tenía el verdadero iniciado en el sendero de lo espiritual. Se defendía de un destino final en la luz compartido por todos en el Todo. El Tarot debía ser un arma más que nos sirviese de ‘‘puente’’ para vislumbrar lo que hay detrás de las palabras y de los hechos que nos ponen a prueba diariamente. Era y es la ‘‘Voz de la Eternidad’’; jamás los lamentos del consultante o la supuesta sapiencia del echador/a. Nunca la subjetividad perecedera…, siempre la verdad de lo objetivo.

Echar las cartas es algo más que adivinar, que acceder a una supuesta fuente de información. Es, sobre todo, dar pie a que lo mágico que habita en cada uno de nosotros, deje de serlo para transformarse en otra forma de comunicación, probablemente mucho más valedera que las utilizadas habitualmente.

Lo sagrado, lo místico, lo que nos eleva, lo que nos inicia…, todo ello y más, afloran en cada acercamiento al Tarot si sabemos trabajar seria y respetuosamente las energías que la creación ha puesto a nuestra disposición. Si usted se cree un iniciado, un ser elevado o un gran mago, por el mero hecho de que el destino le permita participar activamente en esas energías, aún está a tiempo de renunciar a ese ego que todo lo limita y que, seguramente, le sustraerá la verdadera posibilidad de utilizar y evolucionar al ritmo del principal germen de las ciencias herméticas.

Si usted pretende introducirse en el Tarot, recuerde que no es un juego, ni un vulgar instrumento para personas que pretenden lucrar descaradamente con la energía del cosmos.

Aún disponemos de espacio para rescatar al Tarot iniciático del antiguo Egipto… Nunca será tarde si actuamos con seriedad y respeto.
El mundo material debe encontrar una sincronización concreta que definitivamente se ponga al servicio del ser humano, y las denominadas ‘‘ciencias ocultas’’ dejar de serlo para transformarse en patrimonio de todos.